Hace muchos años, llevada
por mi vocación de curiosa y por mi propia historia, descubrí en la Astrología centrada en
el desarrollo de la conciencia -que excluye horóscopos y predicciones- algo
mucho más valioso: recursos para incrementar la comprensión.
Desde entonces me dedico a
la investigación de la
Astrología como lenguaje
simbólico y, honestamente, no veo el valor de hacer cartas natales o de
formar consultores astrológicos que sepan hacerlas, si es para seguir alimentando
las viejas formas de pensamiento que ya no sirven, a juzgar por lo que muestra
la realidad actual.
Como ejemplo, hablaré del
Zodíaco y de los planetas, aunque existen otros factores astrológicos a
considerar.
El Zodíaco –descartando la tradicional
tendencia a describir las “características” de cada signo-, representa un diseño aplicable a todo proceso de la
vida -sea físico o simbólico- que se despliega en doce fases o etapas, correspondiendo cada una a un signo zodiacal.
En el mismo, se refleja el viaje arquetípico de la conciencia por los desafíos
y transformaciones de cualquier proceso, desde su inicio (en Aries) hasta su
consumación (en Piscis).
En un orden diferente de la
existencia, los planetas simbolizan el proceso de formación y desarrollo del aparato psíquico del individuo. La Pirámide Caldea ,
cuya representación gráfica es la siguiente,
se halla constituída por
los planetas personales y sociales -desde la Luna hasta Saturno- ubicados en cada uno de sus
peldaños, mientras que los planetas exteriores o transpersonales -Urano,
Neptuno y Plutón- se sitúan afuera de la misma, simbolizando a las fuerzas de
la evolución. Describiré ahora el
proceso al que me he referido más arriba, ascendiendo desde la base de la Pirámide (primer peldaño)
hasta su cima (séptimo peldaño):
Somos gestados, nacemos y necesitamos
seguridad, protección y nutrición. En la etapa de la crianza, nuestras
necesidades deben ser satisfechas por quien ejerce la función materna; se
forman nuestros hábitos y nuestro mundo emocional primario.
Mercurio:
Surge el impulso de
abrirnos a la experiencia. Aprendemos a hablar, a leer y escribir: empezamos a
comunicarnos, entrando en relación con el entorno inmediato.
Venus:
Descubrimos al otro, aparece
el impulso al encuentro y la unión. Somos como espejos en los cuales nos
reflejamos mutuamente: en el vínculo y el intercambio con el otro nos vamos
conociendo y reconociendo.
El
Sol:
Símbolo de nuestra esencia.
Sólo después de habernos relacionado con los otros estaremos en condiciones de
saber quiénes somos: autoconciencia.
Marte:
Conscientes de nuestra
identidad, reconocemos nuestro deseo, salimos a conquistarlo y, una vez
conquistado, lo defendemos. Aprendemos a hacernos valer.
Júpiter:
Despiertan ideales y aspiraciones,
descubrimos nuestra vocación; se forman creencias y puntos de vista; empezamos
a crecer y a expandirnos, en lo material y en lo espiritual.
Saturno:
Llegados al último peldaño,
y habiendo construído una estructura psíquica, estamos capacitados para construir
lo propio. Aprendemos el valor del compromiso y de la responsabilidad. Aquí,
sabiduría es sinónimo de vivir en armonía con la realidad. Sólo así alcanzamos
la plenitud; de lo contrario, nos espera la insatisfacción. Maduración.
En este proceso arquetípico
se estructura el aparato psíquico, después de lo cual estamos preparados para
enfrentar a las fuerzas de la evolución, simbolizadas por los planetas
transpersonales situados afuera de la Pirámide : Urano, Neptuno y Plutón. Para la Astrología , ellos representan las experiencias que
llegan -muchas veces vividas como la irrupción del destino- para
desestructurarnos, despojándonos de lo que ya no sirve en nuestra vida; nos
sensibilizan, disolviendo o desintegrando nuestro yo. Experiencias alquímicas, provocadoras
de vivencias de muerte y renacimiento.
Con cada ciclo que se
cierra, debemos comenzar un nuevo ascenso simbólico por los peldaños de la Pirámide , para construir
un nuevo yo pero en un nivel diferente de conciencia. Esto significa que volveremos
a recorrerla infinidad de veces, en un viaje que se repetirá periódicamente, afrontando
cada vez nuevos desafíos. Se ofrece así a nuestra conciencia la oportunidad de
abrirse más a la totalidad que nos rodea, siempre que podamos vencer nuestras
resistencias ejercitando la capacidad de adaptación.
Hoy es mucho más creativo abordar
la Astrología
mediante un proceso de aprendizaje individual que solicitando la interpretación
–no la lectura- de una carta natal. Quien
lo intente, comenzará a escucharse a sí mismo, hallando las respuestas que
guarda en su interior.
En síntesis, la enseñanza de la Astrología para la
educación del individuo brinda recursos que le permiten avanzar en la dirección
de su autonomía. De lo contrario, la Astrología corre el riesgo de constituírse en un condicionamiento
más, como lo ha sido en el pasado y lo es aún en el presente, cuando sólo se
limita a cumplir una engañosa e ilusoria función predictiva.
4 comentarios:
Me resultó miy interesante este artículo
Muchas gracias, Cecilia Labriola! Abrazo, Ana
Muy interesante, gracias!
Hola Ana. Estudio astrología. Tu descripción de la pirámide de caldea, es genial.- Todo el comentario. Valioso. Gracias.
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